miércoles, 1 de marzo de 2023

El bañezano, Paco R. Fuertes, ha ganado un premio en Valladolid con un relato corto.

El bañezano, Paco R. Fuertes, ha ganado un premio en Valladolid con un relato corto. Francisco Rodríguez Fuertes:, entrevistado por el periódico «La Bañeza Hoy» hace 20 años cuando estaba en la compañía de Teatro Profesional Distrito 20, –hicieron aquí varios cursos de Teatro con el Ayuntamiento de La Bañeza–, conseguía hace unos días el premio del Concurso de Relatos Renault por su relato 0Un comediante con su “Amigo Fiel” que presentó con el pseudónimo: “Polichinela” Francisco Rodríguez Fuertes empezó su carrera teatral aquí, trasladándose posteriormente a Madrid donde consiguió el Premio Comunidad de Madrid con la obra «¡Guau!» que estrenaron en el Canal de Isabel II y que durante cinco años consecutivos estuvierons representando en el Parque del Retiro, en una carpa que ponía la Comunidad. Posteriormente ganó en el año 2009, como autor dramático, el Primer Premio de Teatro Navarra-Pamplona de la Escuela de Arte Dramático, con una obra del teatro kabuki japonés del siglo XVII. En la actualidad Paco Rodríguez Fuertes imparte clases de Teatro y Escritura Creativa en la Comunidad de Madrid en los Centros de Maestro Alonso (Distrito de Chamberí- Rios Rosas- Iglesia cerca de la calle Ponzano) y en el distrito V. de Begoña (Cuatro Torres- La Paz).
foto de recogida del premio el pasado día 27.
<>. Francisco Rodríguez Fuertes Pseudónimo: “Polichinela” Bernabé Matachinches, era un comediante callejero, menudo, desconfiado y feo del que, por cierto, jamás supe sus apellidos. Recuerdo de él, que realizaba pequeños espectáculos en donde buenamente podía. Siendo muy joven, un buen día, se plantó delante de su padre y, sin pensárselo dos veces, le dijo —Padre, quiero ser comediante, e ir por todos los pueblos haciendo representaciones escénicas. —En nuestra familia ha habido siempre una sagrada tradición -le contestó en un tono amable, al principio, su progenitor— Y me temo que tú la quieres romper. Mi abuelo y mi padre fueron veterinarios. Yo seguí la profesión de mis antepasados y me da la sensación de que mi hijo quiere ser un Matachinches—aseveró en un tono más brusco el padre del joven aprendiz de cómico. –-Si por un casual, no llegase a la categoría de artista, al menos desearía convertirme en un artesano de la comedia. –-¡Libertino, añadiría yo! — le increpó muy enfadado su padre. —¡Padre! Recuerde al maestro Moliere, por favor. —¡Un zángano gabacho! Por cierto, que nadie, a estas alturas, sabe dónde fue enterrado. —Mi propuesta profesional es una vocación. Al menos le pido que me deje probar en este oficio; si en un corto plazo compruebo que no sirvo para el arte de la comedia, le prometo padre, que regresaré y me convertiré en el veterinario que usted desea Don Restituto, que presumía de ser un padre severo, miró a su hijo y en un tono solemne sentenció. —Si sales por esa puerta, con el afán de ser un vulgar volatinero, se habría acabado con la tradición familiar de convertir a mi hijo en un respetable veterinario, y tú habrás perdido a un padre para siempre- se hizo un silencio sepulcral—.No te olvides cuando te vayas, si decides hacerlo, de despedirte de tu madre y de tu hermana. Bernabé salió cabizbajo del salón y se dirigió a su habitación para preparar el equipaje; y a continuación se despidió de su madre y de su hermana. Después de muchos abrazos y lágrimas interminables. Cargó sus dos maletas en el 4R. Y se fue por una carretera comarcal, llena de baches, para empalmar con la Nacional VI, rumbo a la capital. Durante cuatro años estuvo estudiando arte dramático. Y al final se decantó por elegir ser un comediante del arte. Adoptar el papel del zan o criado de la comedia renacentista, bautizándose con el sobrenombre de Matachinches, con el que le había puesto su padre antes de abandonar la casa. Pasaron los años y Bernabé se había especializado en la Comedia Renacentista e iba por muchas ciudades de toda Europa, en su “Cuatro L” que a pesar de ser del año 1965 todavía seguía trotando por las ciudades y pueblos de media Europa. Y cuando se cruzaba con el Citroën 2CV, tocaba el claxon mientras pensaba: “Yo tengo un buen coche, y tú vas al volante de un auto peor que el mío” Así que un día, mientras conducía camino de Gerona, tuvo la feliz idea de ponerle el nombre de Chivoleta (como se le llamaba también al Renault 4) a una de sus marionetas. Cuando llegó a la capital gerundense, el ayuntamiento le dejó instalarse en la plaza de la catedral gótica de Santa María, en lo más alto de la ciudad. Colocó a su “Amigo Fiel” (como se le llamaba al 4R) en un lateral de la plaza y el vehículo le servía de soporte para apoyar su escenografía. Luego se disfrazó de Polichinela y sacó todas sus marionetas, para desarrollar una guía de la Comedia del Arte y allí estaban todas las figuras de la comedia italiana; Arlequino, Colombina, el Dottore, el señor Pantaleone, el Capitano y su nueva marioneta Chivoleta, en honor a su “Cuatro Latas” que lo había llevado a tantos sitios y gracias a su coche, pudo ganarse la vida dignamente como comediante del arte. Matachinches estuvo actuando en uno de los días fríos de León; el pamplinero que venía de comerse unas patatas picantes de Casa Blas, se acercó hasta la oficina de correos y telégrafos, allí le entregaron un telegrama que decía escuetamente: “Nuestro padre ha fallecido stop Tu madre y hermana te recordamos”. Al recibir la noticia estrujó el telegrama entre sus manos, delante de la Pulcra Leonina, y mientras callejeaba por el barrio Húmedo, iba conteniendo las lágrimas que caían por sus mejillas. Y cuando estaba en la Plaza del Grano exclamó a viva voz. —¡Estas manos, padre, no sirven para ayudar a parir a una vaca! Años más tarde me volví a encontrar con Bernabé Matachinches. Me dijo que estaba jubilado y que los muñecos, junto a todos los instrumentos teatrales se los había pasado a un sobrino, porque él no tenía hijos, ni siquiera había tenido pareja. Yo le pregunté por su viejo Renault 4. Él, me cogió del brazo; abrió un gran portón; quitó una gran lona llena de polvo, y debajo de la tela apareció el 4R de color Orange, totalmente intacto como si estuviera recién salido de fábrica y yo sabía que aquel viejo “Cuatro L” acababa de cumplir la friolera de sesenta años. Yo no tuve más remedio que preguntarle si funcionaba todavía. Y mi amigo el comediante me invitó a subir a su ajado Renault y me llevó a un pequeño viaje por la ribera del Pisuergsa; Mientras íbamos en el coche yo recordaba el talento que tenía Bernabé Matachinches cuando interpretaba al giboso y enigmático personaje de la Comedia del Arte, Polichinela junto a su partenaire Chivoleta, que era el nombre que le había puesto a su nueva marioneta en honor a su 4R. Fin

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