José Cruz Cabo
No cabe duda que la zarzuela es un género teatral que siepre triunfa en nuestra ciudad. Así se demostró el pasado jueves, con la Compañía Lírica de Zarzuela de Madrid, que nos puso en escena la obra de Miguel Ramos Carrión, con la música del gran compositor español, Federico Chueca, titulada “Agua, azucarillos y aguardiente”. Una obra que supieron poner en escena con gran brillantez y seguridad. Este elenco músico teatral, demostró una calidad muy sobresaliente, con un montaje de escenario magnífico y vistoso, con un vestuario elegante, de acuerdo con la época de finales del siglo 19 en Madrid capital y, sobre todo, un texto muy bien desarrollado, con elegancia, chispa y gracia en la parte hablada, magníficas voces de tenores, sopranos, barítonos y coros, en lo musical, y una orquesta dirigida por el maestro Félix San Mateo perfecta y adecuada a la obra que se estaba interpretando.
La gente seguía con suma atención todo lo que en el escenario se hacía y, además, con gran complacencia, aplaudía en cada salida de actores al finalizar cada cuadro, y entusiasmado en la parte musical, cantada con seguridad, brillantez y buenas voces, que hicieron las delicias de los asistentes, que casi llenaban el teatro, la platea completa y las otas partes del teatro por más de la mitad. La dirección escénica de Gerardo Meré que también actuaba, perfecta, y los coros con esa música alegre y simpática, encantaron a los asistentes, por lo que les brindaron largas ovaciones a todo el largo elenco de actores y cantantes, y de manera especial, en la propina que dieron con fragmentos de zarzuelas madrileñas, como “El barberillo de Lavapiés”, La Gran Vía”, “La verbena de la Paloma” y “La revoltosa”, que enardecieron al público que los despìdió con una ovación de gala.
No cabe duda que la zarzuela es un género teatral que siepre triunfa en nuestra ciudad. Así se demostró el pasado jueves, con la Compañía Lírica de Zarzuela de Madrid, que nos puso en escena la obra de Miguel Ramos Carrión, con la música del gran compositor español, Federico Chueca, titulada “Agua, azucarillos y aguardiente”. Una obra que supieron poner en escena con gran brillantez y seguridad. Este elenco músico teatral, demostró una calidad muy sobresaliente, con un montaje de escenario magnífico y vistoso, con un vestuario elegante, de acuerdo con la época de finales del siglo 19 en Madrid capital y, sobre todo, un texto muy bien desarrollado, con elegancia, chispa y gracia en la parte hablada, magníficas voces de tenores, sopranos, barítonos y coros, en lo musical, y una orquesta dirigida por el maestro Félix San Mateo perfecta y adecuada a la obra que se estaba interpretando.
La gente seguía con suma atención todo lo que en el escenario se hacía y, además, con gran complacencia, aplaudía en cada salida de actores al finalizar cada cuadro, y entusiasmado en la parte musical, cantada con seguridad, brillantez y buenas voces, que hicieron las delicias de los asistentes, que casi llenaban el teatro, la platea completa y las otas partes del teatro por más de la mitad. La dirección escénica de Gerardo Meré que también actuaba, perfecta, y los coros con esa música alegre y simpática, encantaron a los asistentes, por lo que les brindaron largas ovaciones a todo el largo elenco de actores y cantantes, y de manera especial, en la propina que dieron con fragmentos de zarzuelas madrileñas, como “El barberillo de Lavapiés”, La Gran Vía”, “La verbena de la Paloma” y “La revoltosa”, que enardecieron al público que los despìdió con una ovación de gala.
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